POR SU PROPIO MANO En un rincón del patio de la cárcel, y sin una gota de arrepentimiento el gordo chiripas me lo contó: - Abrí la puerta y encontré la cabeza de mi gato Adornando el florero de la sala. De inmediato subí al segundo piso, busque afanosamente tras la primera, segunda, la tercera y no la halle. Entre entonces a su pequeño taller de costura. Si más, la Encare y la empuje , mientras tomaba las tijeras que reposaban sobre el mueble, sin pensarlo dos veces deje que las hojas de la herramienta encontrarán asidero en su hermoso cuello. Encharcado entre su sangre y sus últimos suspiros, le susurré a mi mujer lo que tenía que susurrarle. Ella sabe ahora-- en el lugar que se encuentre--que jamás le perdonaré ese macabro crimen...